Muchos de ustedes ya lo saben, pero otros tantos no tienen ni idea: lo que comemos afecta directamente nuestra salud, pero también la forma en que se organiza la pobreza, la producción y hasta puede explicar las migraciones masivas de gente de un lugar a otro.
Hoy, comer mejor significa comprar mejor, en ferias, directamente a los productores orgánicos y agroecológicos y fijarse siempre en las etiquetas. Sin dejarse engañar por dietas milagrosas, por alimentos demonizados de un día para el otro, por nutricionistas con escasa información actualizada, por publicidades edulcoradas o etiquetas que prometen calcio, hierro, salud, menos colesterol y hasta alegría automática.
A comer mejor se aprende en familia, con información y apoyo de la comunidad. El cambio puede empezar en casa y contagiarse a la familia extendida, los amigos. Es cierto, comer bien implica más esfuerzo. Yo compro algunas cosas en el super pero mucha otras en una casa naturista, otras en un grupo de consumidores que compra verduras, frutas, pollos y huevos a productores agroecológicos y de comercio justo.
Desear el cambio también significa apoyarlo con acciones concretas. Si animamos la demanda, la oferta y los canales directos van a ir creciendo de a poco. Ya está sucediendo, en Buenos Aires, pero también en otras ciudades del país. ¡Animate!
Leé más sobre cómo funciona la industria de los alimentos hoy en estos sitios:
Campaña "No te comas al mundo"
"Lo light lleva aspartamo, un veneno". Entrevista a Marie-Monique Robin.
Campaña Nacional por la Soberanía Alimentaria "Come Sano, Seguro y Soberano".
"La timba de los granos" (Suplemento Cash, Página/12)
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